Quienes sostienen la utilidad "práctica" de las alianzas aducen que se justifican porque son la única manera de frenar al antiguo partido oficial, que, sin corregirse de sus arraigados vicios, pretende volver al poder en 2012.
Ponen de ejemplo de eficacia, los casos de Puebla, Sinaloa y Oaxaca, en los que una alianza de los partidos de izquierda con el partido de las derechas, así en plural, logró, al menos en apariencia, derrotar al priísmo. En un caso, en el de Oaxaca, es muy probable que el candidato y hoy gobernador electo, Gabino Cué, hubiera ganado sin necesidad de alianza, tan sólo apoyado por la gente y por el hartazgo de la dictadura, imposible de seguir soportándose, de Ulises Ruiz.
Algunos opositores de izquierda o simpatizantes de ella quieren frenar al PRI usando, así lo piensan ellos, al PAN como ariete, sin darse cuenta de que los usados son ellos. Supongamos que alianzas en otras entidades, el estado de México, entre ellas fuera la única posible fórmula para que el Santa Anna del siglo XXI, el PRI, conserve el poder; piensan que el heredero de su tío Montiel, que cuenta con el apoyo de la televisión, no puede ser derrotado si no se unen todos los partidos en su contra. Pudiera ser, aunque no es seguro a estas alturas, que la alianza triunfara, pero su propuesta necesariamente contradictoria la hace inviable y tampoco el heredero de Peña Nieto podrá derrotar fácilmente a la izquierda, por la carga negativa que traerá en su contra, por el desorden en el estado y por las innumerables injusticias que todos los días se cometen en esa entidad.
Pero, aun en el supuesto de la posible eficacia de las alianzas, quienes las proponen deben considerar algo más: no pueden olvidar cómo el patético personaje que es Fox logró desplazar del Poder Ejecutivo al PRI, sólo para repetir corregidas y aumentadas las corruptelas y los errores del sistema anterior; el cambio fue sólo de fachada y no de fondo.
La historia debe ser maestra; Iturbide logró la separación de España, que no habían podido alcanzar los limpios insurgentes que siguieron a Hidalgo y a Morelos, pero no pudo o no quiso cambiar las estructuras injustas y discriminatorias del virreinato; si Bernardo Reyes o alguno de los científicos que constituían la corte de don Porfirio hubieren llegado al poder, no habrían tampoco cambiado nada, porque eran de los mismos, como no hubo un cambio cuando Victoriano Huerta, general porfirista, llegó al poder sobre el cadáver de Madero y lo único que hizo fue dar continuidad al sistema de su antiguo jefe.
Con triunfos electorales o con cambios de políticos de la misma catadura, o muy semejantes a los sustituidos, no se trastocan los mecanismos de control y no se mueve un ápice la pirámide social, en la que unos pocos, "la mafia", como los ha bautizado AMLO, ocupan la puntiaguda cumbre de la pirámide y una gran base de pobreza y marginación continúa ensanchándose abajo. Los "grandes maquiavelistas", como los llamó Maritain, no buscan el poder para beneficiar a los gobernados lo buscan para provecho propio y para su defensa en el futuro y en esas intenciones y en esos fines, coinciden PRI y PAN.
Hace unos meses dije que los yuppies del Verde Ecologista y los jóvenes muy bien peinados del PAN, eran intercambiables; hoy podemos agregar que esos yuppies, ya maduritos, siguen siendo intercambiables, pero el espectro se ha ensanchado, ahora podemos incluir a muchos priístas y a los perredistas que son dueños de las estructuras de su partido.
¿Con esos personajes pretende la izquierda desorientada frenar al PRI? Por supuesto que la receta está destinada al fracaso, porque aun cuando lograran el cambio de elites o de emblemas en el poder, no habrán logrado el cambio democrático de las estructuras injustas.
La izquierda, del brazo del PAN, ha perdido la memoria; el PAN y el PRI, el PRIAN, como lo bautizó Manú Dornbierer, es una expresión bicéfala de la misma clase política, que sólo se divide, para efectos prácticos, en dos partidos que simulan enfrentarse o que incluso, a veces, se enfrentan realmente, pero no para un cambio de fondo, sino tan sólo para modificar las apariencias: "Quítate tú del poder, de los contratos, de los sobornos, para ponerme yo; ya te volverá a tocar".
Un verdadero cambio, patriótico, popular, republicano que sacuda verdaderamente a la sociedad desde sus cimientos, que rescate al país y atiendan a los ciudadanos, es otra cosa y requiere mucho más que cabildeos, acuerdos cupulares y matrimonios de conveniencia. Requiere la participación organizada de todos; como dice el lema del "gobierno legítimo": sólo el pueblo salva al pueblo.
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