En las entrevistas que dio Diego Fernández de Cevallos tras ser liberado, contó pocos detalles de los siete meses de su plagio. De sus captores no habló mucho, aunque concedió que junto con la demanda económica tenían motivos ideológicos para privarlo de la libertad. Nunca dijo que antes de ser liberado pidió por escrito que le perdonaran la pena de muerte a la que había sido condenado. El comunicado “Posdata y proemio”, firmado por la Red Global por la Transformación, dio a conocer lo anterior, y el propio Cevallos lo confirmó horas después.
Ante las pocas pistas sobre el perfil de estos secuestradores que escapan al común de los criminales que hoy torturan, mutilan, despedazan y decapitan a sus secuestrados (rasurarle la barba o no a Cevallos se convirtió en el centro de la discusión durante el cautiverio), Fernando Montiel, profesor asociado en la Universidad de Basilea, Suiza, publicó en el blog Nuestra Aparente Rendición, creado por Lolita Bosch, un ensayo en el que revisa la prosa de los documentos emitidos por los plagiarios.
Montiel afirma detectar calidades desiguales en la escritura de los llamados Misteriosos Desaparecedores. Esto lo lleva a plantear que en la redacción del documento “Epílogo de una desaparición” (difundido al ser liberado Cevallos) participaron dos personas.
Con agudeza detectivesca, Montiel disecciona estilos, ortografía, ritmo, lecturas de los secuestradores y, fundamentalmente, el pensamiento de los mismos, hasta llegar a la siguiente conclusión: los desaparecedores no son marxistas clásicos ni tampoco anarquistas, como se pensaría. Añade: “Lo que hay en realidad es la ti pología de la violencia del fundador de los Estudios de la Paz, el teórico noruego Johan Galtung, la cual se compone de tres elementos: violencia directa, violencia estructural y violencia cultural, todas presentes en la misiva de los plagiarios”.
El profesor de la universidad suiza explica: “Dicen los Misteriosos Desaparecedores: ‘Así, la violencia visible-directa, la invisible-estructural (de la que parece no haber ningún responsable) y la cultural son promovidas y sustentadas por los gobiernos…’”. Incluso el uso de los guiones asociativos (“visible-directa”, etcétera) fue tomado prácticamente de forma textual de las publicaciones del sociólogo nórdico. Y lo mismo pasa con las definiciones de cada una: tanto en el caso de la violencia cultural (“…esta difusión forma parte de la violencia cultural que promueve, legitima y justifica la violencia directa que el gobierno sostiene…”) como en el de la violencia estructural (“Sin embargo, la violencia más sofisticada… la que menos reconocemos como violencia, es la que parece no venir de ninguna persona; es la violencia estructural “invisible” presentada siempre como “estragos”, “golpes” o “crisis internacionales”). ¿La bibliografía básica? El libro de Johan Galtung Trascender y transformar: una introducción al trabajo de conflictos.
Aún faltan capítulos de esta historia. Ojalá que, mientras tanto, a raíz del ensayo de Montiel, la Procuraduría General de la República no pida a la Interpol detener a Galtung, “autor intelectual” del secuestro de Diego Fernández de Cevallos.
Ante las pocas pistas sobre el perfil de estos secuestradores que escapan al común de los criminales que hoy torturan, mutilan, despedazan y decapitan a sus secuestrados (rasurarle la barba o no a Cevallos se convirtió en el centro de la discusión durante el cautiverio), Fernando Montiel, profesor asociado en la Universidad de Basilea, Suiza, publicó en el blog Nuestra Aparente Rendición, creado por Lolita Bosch, un ensayo en el que revisa la prosa de los documentos emitidos por los plagiarios.
Montiel afirma detectar calidades desiguales en la escritura de los llamados Misteriosos Desaparecedores. Esto lo lleva a plantear que en la redacción del documento “Epílogo de una desaparición” (difundido al ser liberado Cevallos) participaron dos personas.
Con agudeza detectivesca, Montiel disecciona estilos, ortografía, ritmo, lecturas de los secuestradores y, fundamentalmente, el pensamiento de los mismos, hasta llegar a la siguiente conclusión: los desaparecedores no son marxistas clásicos ni tampoco anarquistas, como se pensaría. Añade: “Lo que hay en realidad es la ti pología de la violencia del fundador de los Estudios de la Paz, el teórico noruego Johan Galtung, la cual se compone de tres elementos: violencia directa, violencia estructural y violencia cultural, todas presentes en la misiva de los plagiarios”.
El profesor de la universidad suiza explica: “Dicen los Misteriosos Desaparecedores: ‘Así, la violencia visible-directa, la invisible-estructural (de la que parece no haber ningún responsable) y la cultural son promovidas y sustentadas por los gobiernos…’”. Incluso el uso de los guiones asociativos (“visible-directa”, etcétera) fue tomado prácticamente de forma textual de las publicaciones del sociólogo nórdico. Y lo mismo pasa con las definiciones de cada una: tanto en el caso de la violencia cultural (“…esta difusión forma parte de la violencia cultural que promueve, legitima y justifica la violencia directa que el gobierno sostiene…”) como en el de la violencia estructural (“Sin embargo, la violencia más sofisticada… la que menos reconocemos como violencia, es la que parece no venir de ninguna persona; es la violencia estructural “invisible” presentada siempre como “estragos”, “golpes” o “crisis internacionales”). ¿La bibliografía básica? El libro de Johan Galtung Trascender y transformar: una introducción al trabajo de conflictos.
Aún faltan capítulos de esta historia. Ojalá que, mientras tanto, a raíz del ensayo de Montiel, la Procuraduría General de la República no pida a la Interpol detener a Galtung, “autor intelectual” del secuestro de Diego Fernández de Cevallos.