Como es muy molesto, y electoralmente peligroso, proponer reformas a la ley fiscal para que los grandes corporativos paguen los impuestos que deberían cubrir y así darle un respiro a las finanzas de la exprimida paraestatal, entonces al inquilino de Los Pinos se le hace más fácil intentar modificar la legislación en materia petrolera, con el único objetivo de abrir las puertas, de par en par, al capital privado en este sector estratégico, y así, según él, obtener los recursos necesarios "para atender las carencias sociales".
Lo mismo pretextaron sus cuatro antecesores en la gerencia de la venta de garaje, y pasaron a cuchillo a más de mil empresas del Estado, junto con sus trabajadores. Los amigos del régimen se quedaron con ellas; muchos las llevaron a la quiebra, y las que no, terminaron extranjerizadas. ¿Y las carencias sociales? Bien, gracias. Ahora Calderón repite el estribillo, de tal suerte que se puede visualizar el futuro petrolero, en caso de lograr su objetivo. Pero, ¿en serio Pemex no genera recursos? ¿Realmente el negocio petrolero ya no es tan rentable como antes, como aseguran algunos funcionarios del gabinetazo?
De entrada, con cifras oficiales, la respuesta en totalmente negativa, pues en sus cuatro años de estancia en Los Pinos el gobierno de Felipe Calderón obtuvo rendimientos petroleros 85 por ciento superiores (2.4.billones de pesos, antes de impuestos, derechos y aprovechamientos, de acuerdo con la estadística de Pemex) a los registrados durante ese mismo lapso, pero de la administración foxista (1.3 billones), cuando tal ingreso fue calificado de histórico. En el primer cuatrienio calderonista, los ingresos petroleros totales sumaron 4.77 billones, contra 2.33 billones en tiempos de Fox, para igual periodo.
Por las cifras anotadas, todo indica que Petróleos Mexicanos sí genera rendimientos (utilidades, en el caso de una empresa privada). Sin embargo, llega el gobierno federal, por medio de la Secretaría de Hacienda, y se queda con toda la ganancia, más su pilón. En cuatro años, el gobierno calderonista se quedó íntegramente con los 2.4 billones de pesos de rendimiento, y exigió más (alrededor de 250 mil millones, que la paraestatal entregó, luego de endeudarse). En un cuatrienio, pues, de Pemex salieron 2.65 billones de pesos para alimentar al fisco (en igual lapso, por los regímenes fiscales especiales el erario dejó de percibir más de 2 billones de pesos, sin considerar la otra evasión).
El gobierno foxista hizo exactamente lo mismo: obtuvo 1.3 billones de pesos por rendimientos petroleros, pero a la hora de cobrar impuestos, derechos, aprovechamientos y pilón se quedó con 1.4 billones de pesos. Ninguna empresa en el mundo, pública o privada, aguanta ese ritmo, mucho menos si para pagar el "pilón" recurre a deuda. Obvio es que a ese ritmo tarde que temprano tronará, pero Calderón, como sus cuatro antecesores, intenta justificar la privatización con la cantaleta de que "no hay recursos", lo cual, como se registra, es falso.
Por el otro lado, el negocio petrolero mexicano "ya no es tan rentable como antes", según coro oficial y oficioso. De nueva cuenta la estadística de Pemex desmiente tajantemente tal señalamiento: el rendimiento petrolero de la paraestatal es abundante, con respecto a los ingresos totales. En la última década, en promedio, por cada peso de ingreso se obtiene un rendimiento de 49 centavos, antes de que llegue Hacienda y se quede con todo, más el pilón. La tasa de ganancia, pues, ha sido de 49 por ciento en el periodo, y no muchos negocios la garantizan.
A pesar de lo anterior, la propaganda calderonista insiste en que año tras año Petróleos Mexicanos "registra pérdidas muy fuertes". Como se constata, no hay tal: las ganancias de la paraestatal son sustantivas, pero no tanto como para soportar la depredación fiscal. Por si fuera poco, está el pilón, que en 2009, por ejemplo, representó una cantidad adicional cercana a 18 por ciento del rendimiento. ¿Quién aguanta el paso? Los mal pensados suponen que la descrita es una política deliberada para matar a Pemex por inanición financiera y, así, justificar la privatización. ¿Será? (no, cómo creen).
Mientras el saqueo a Pemex es brutal, permanecen intocados los privilegios fiscales a los grandes consorcios (con crecientes utilidades). Nadie (en el Ejecutivo y el Legislativo) se atreve a tocar a los barones (correrían riesgos financieros a la hora de las campañas políticas). Si se trata de cobrar impuestos o inventar otros, la carga es para los mexicanos de a pie. Entonces, la empresa del Estado financieramente desvanece por la depredación, pero los obsesionados depredadores ni con el pétalo de una rosa se animan a tocar al gran capital.
En el transcurso del calderonato, el erario ha dejado de percibir, por los regímenes tributarios especiales, la friolera de 2 billones 500 mil millones de pesos. Otros 2.75 billones dejaron de visitar las arcas nacionales en el sexenio foxista. Esto no se toca, que para eso están los bienes de la nación y las empresas del Estado. Entonces, ¿no hay recursos?
Por cierto:
Si de buenas nuevas se trata, allí está la relativa a que, libre de impuestos, el 0.18 por ciento de la población total del país posee inversiones por un monto similar a 42 por ciento de la riqueza que produce México en un año. Es el reducido universo de participantes (204 mil 472, con más de 6 billones de pesos) en el mercado accionario local, que en el último año incrementaron el valor de su riqueza, en momentos en que, según mediciones internacionales, la desigualdad en el ingreso se acrecentó en el país (La Jornada, Roberto González Amador). Qué tal; el fisco ni de lejos pasa por allí, pero a Pemex le impide respirar.
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